Columna de opinión de Cecilia León, profesora del Departamento de Química y Medio Ambiente de la USM, sede Viña del Mar.

La situación en nuestro país es alarmante: la última encuesta nacional de salud en 2017, revela que más del 30% de los jóvenes de 15 años presenta un Índice de Masa Corporal (IMC) elevado, y que dos tercios de la población adulta sufren de sobrepeso u obesidad. Este problema se extiende también a los más pequeños, con más del 10% de los niños menores de 5 años afectados.
La falta de actividad física, sumada a una dieta poco saludable, propicia el aumento de enfermedades no transmisibles como la hipertensión, diabetes y enfermedades cardiovasculares. Estas condiciones están estrechamente ligadas a la ingesta excesiva de alimentos altos en sodio, azúcares y grasas saturadas. Por ello, es necesario que la población, especialmente adolescentes y jóvenes, comprenda la importancia de elegir alimentos que beneficien su salud.
Actualmente, el patrón alimentario en Chile refleja hábitos preocupantes, el consumo de bebidas azucaradas y dulces es alarmante, mientras que frutas, verduras, pescados y legumbres quedan relegados. En promedio, una familia chilena de tres personas consume 7,1 litros de bebida y solo 212 gramos de legumbres al mes. Este desequilibrio es insostenible y perjudicial para nuestra salud.
Ante esta situación, los estudiantes de la Carrera de Técnicos Universitarios en Alimentos del Departamento de Química y Medio Ambiente de la sede Viña del Mar de nuestra casa de estudios, han tomado la iniciativa. En la reciente feria Expotec, presentaron innovaciones como pan elaborado con garbanzos y gomitas de yogur, dirigidas a fomentar el consumo de alimentos saludables en niños menores de 12 años. Los garbanzos, ricos en proteínas de alta calidad y fibra, son una opción nutritiva que no solo beneficia la salud cardiovascular, sino que también es apta para personas celíacas y ovo-vegetarianos.
La misión de esta carrera es formar profesionales comprometidos con la creación de alimentos sanos e inocuos, utilizando los recursos naturales de manera ética y sostenible. Al hacerlo, contribuyen a las metas del desarrollo sostenible para 2030, enfocándose en erradicar el hambre y la malnutrición.
Es momento de reflexionar sobre nuestras elecciones alimentarias y reconocer que una dieta equilibrada no es solo un objetivo personal, sino una necesidad colectiva. La salud de nuestra población depende de ello, y todos debemos asumir nuestra parte en este desafío. La educación y la innovación en el campo de la alimentación son pasos cruciales hacia un futuro más saludable y sostenible.