Columna de opinión de Marcelo Venegas, Profesor del Departamento de Diseño y Manufactura de la USM Sede Viña del Mar.

Durante décadas ha predominado una economía lineal, inserta en lo que se define como matriz lineal de producción que, desde la Revolución Industrial, viene propiciando el consumo, desde una perspectiva depredatoria de las materias primas sin considerar la fragilidad de los ecosistemas naturales. El ciclo de consumo en torno al comprar, usar y tirar -fomentado en gran medida por la economía tradicional- ha generado un panorama tal que no encontrará viabilidad en el futuro donde ya no se contará con los recursos materiales o energéticos necesarios para seguir sustentado el modelo ya en crisis o, al menos, en cuestionamiento.
El diseño ha tenido un rol histórico en el devenir de este fenómeno y por cierto le cabe responsabilidad absoluta en la profusa promoción de mercancías o bienes. Asimismo, en la actualidad se abren poderosas oportunidades para que, desde la innovación se puedan corregir dichos errores y avanzar en conjunto con el empresariado en nuevos paradigmas económicos más humanos y por defecto, sostenibles.
En este sentido, la práctica del diseño Industrial debe ser un motor innovador en el próximo modelo económico de vocación restaurativa. Repensando el concepto de producto, su solución a partir de nuevas interfases y considerando nóveles formas de industrialización (fabricación aditiva, industria 4.0, entre otras) en favor de poder acercarse a una mayor disponibilidad funcional de los bienes, más que a una existencia física, por ejemplo. O bien siendo efectivos a corto plazo, en la puesta en práctica de nuevas metodologías proyectuales que se hagan cargo de la realidad de sus países tanto su economía, matriz productiva, institucionalidad medioambiental y recursos naturales, para proponer soluciones circulares y sostenibles ambientalmente, pero atractivas también desde el punto de vista económico.